NUESTROS INICIOS

   La palabra del Eterno vino a Yojanán hijo de Zejaryá HaKohen (alias HaMatbil ) en la tierra de Judea, en el año decimoquinto de Tiberio, emperador de Roma, siendo Pontios Pilatos procurador de Judea, durante la época en que Janán y Kayafa oficiaban como principales kohanim. Yojanán inició el movimiento mesianista «Reino de los Cielos» (i.e. Gobierno Teocrático), llamando al retorno con teshuvá antes que kétzef haEl (la ira divina) se manifestara en Israel. Entre sus seguidores estuvo Yehoshúa de Natzrat, al cual Yojanán identificó como el Mashiaj.

   Tras el encarcelamiento de Yojanán, Yehoshúa siguió su legado en Kefar Najum, junto a sus discípulos. Quienes siguieron a Yehoshúa se identificaron como «los Natzratim», los [discípulos del maestro] de Natzrat; entre ellos: Shimon «la Piedra», Yaakov y Yojanán, hijos de Zavdiel, Netanel, Lazar «el discípulo amado» y Filipos de Bet Tzaida; todos llamaban al pueblo hacer teshuvá previo al kétzef haEl que se manifestaría con la destrucción del Templo de Jerusalén.

  Yehoshúa fue sentenciado a muerte por los principales kohanim y entregado a las autoridades romanas, quienes lo crucificaron como «el rey de la gente Judea». Tras su muerte y resurrección, el movimiento mesianista tomó mucha más fuerza; su mensaje fue transmitido en las sinagogas de la diaspora por discípulos que dominaban el griego y el latín; entre ellos: Yosef el levita, de Chipre, Shaul de Tarso, Lucios de Cirene, Shimon «el moreno», Yojanan Markos, Yehuda Bar-Saba y Shila.

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